CARLES RULL
- La película de Luis García Berlanga llegó a los cines el 14 de septiembre de 1978.
- Fue un divertido sainete en el que retrató las miserias de las clases gobernantes y dio lugar a una trilogía.
Nada de comidas de negocios. No había nada comparable a organizar una buena cacería para intentar hacer amigos poderosos, acercarse a personas influyentes y cerrar tratos. Así retrataba Luis García Berlanga la España de los últimos años del franquismo, a finales de 1972, en La escopeta nacional. Políticos, eclesiásticos o aristócratas. aunque fueran en decadencia, manejando el cotarro; y en medio de ellos un empresario ansioso por impulsar su negocio.
La comedia del cineasta valenciano se estrenaba en cines el 14 de septiembre de 1978. Una jocosa pieza sobre el estado de la nación a través de los que gobernaban y en la que sus personajes, gags y situaciones eran tan reconocibles que hicieron las delicias del público de la época. El guion, escrito por Rafael Azcona y el mismo Berlanga, incluía referencias aún tan de actualidad como los chanchullos de los que gobiernan, la especulación y la burbuja inmobiliaria que estaba por venir o a los "separatistas" catalanes.
Más de dos millones de espectadores pasaron por taquilla y todavía está considerada como una de las mejores comedias de nuestra cinematográfia. Un reconocimiento más para el cineasta autor de títulos tan memorables como ¡Bienvenido. Mr. Marshall! (1953), Plácido (1961) o El verdugo (1963).
El gran cómico José Sazatornil, "Saza", fallecido hace tres años, interpretó a Jaume Canivell, el emprendedor catalán que costeaba una cacería de perdices en una propiedad de los (ficticios) marqueses de Leguineche con el objetivo de impulsar su empresa de fabricación de porteros automáticos. Para ello nada mejor que procurar arrancar de un ministro la obligatoriedad de instalar sus artilugios en los edificios de nueva construcción.
En esa finca de "Los Tejadillos" se codearía con Álvaro, el ministro de industria (Antonio Ferrandis); el Padre Calvo, el sacerdote del lugar y franquista acérrimo (Agustín González); Don José, el marqués de Leguineche (Luis Escobar); su hijo Luis José (José Luis López Vázquez) o Castanys, un tecnócrata del Opus Dei (Pedro el Río).
Superada la censura, los años de la Transición abrieron de repente una permisividad total para desgranar, sin necesidad de recurrir a rodeos o metáforas, la crítica social más descarnada o mostrar desnudos y escenas de fuerte carga sexual en pantalla.
Jaume Canivell iba acompañado de su secretaria y amante (Mónica Randall), y el ministro de industria por una actriz predispuesta a quitarse fácilmente la ropa (Bárbara Rey) de la que también se encaprichaba, y raptaba, el hijo del marqués, aficionado a las prácticas onanistas. Mientras, su padre tenía manías tan curiosas como coleccionar, guardados cuidadosamente en frascos, pelos de pubis femeninos.
Un perdigonazo en la nalgas de la hija de Franco
Después de varios líos embarazosos y situaciones grotescas, finalmente al empresario Canivell le salía el tiro por la culata. La película de Berlanga, de quien Franco, según los cronistas, decía que "no es comunista, es peor. Es un mal español", se cerraba con un sentenciador rótulo final: "Y ni fueron felices ni comieron perdices… desgracia habitual mientras existan ministros y administrados".
Berlanga explicaría que en el origen de esa idea de la cacería se hallaba una anécdota relacionada con Manuel Fraga. Por entonces, el que llegaría a ser presidente de la Junta de Galicia por el PP (1990-2005), acababa de ser nombrado ministro de información y turismo. En febrero de 1961 fue invitado a una partida de caza en la finca La Encomienda, en Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), en la que también estaría Franco.
Su condición de novato en esas prácticas le provocó un bochornoso incidente: accidentalmente le pegó un perdigonazo en el trasero de la hija del caudillo, Carmen Franco. "Aquel día tuve la desgracia de darle un plomazo en salva sea la parte a la marquesa de Villaverde. Una perdiz baja, que pasó entre los dos, dio lugar al monumental error" relataba Fraga en su biografía Memoria breve de una vida pública (1980).
La película de Berlanga dio lugar a una trilogía, con los marqueses de Leguineche, formada por Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982), con la restauración de la democracia y la llegada del PSOE al gobierno español. Con más de tres millones y medio de espectadores, es la sexta saga más taquillera del cine español.
Quedó pendiente una cuarta entrega ¡Viva Rusia!, para inicios de los 90, y que no llegó a realizarse tras la muerte de Luis Escobar y la falta de financiación pública.
Y así era la cartelera de cine español hace 40 años
'Tobi', o los niños siempre caen en gracia. Antonio Mercero, el inolvidable creador de series como Verano azul o Farmacia de guardia, se apuntó en la gran pantalla dos taquillazos seguidos. Un año antes con La guerra de Papá había logrado atraer a los espectadores en masa, y repitió con su joven protagonista, Lolo García, de tan solo 7 años y la clave del éxito de ambas películas. Tobi era la insólita historia de un angelical niño al que le salían unas alas.
De Fernando Esteso a Paco Martínez Soria. La comedia popular registró títulos como Pepito Piscinas, con un Fernando Esteso obsesionado con el ligue; Paco Martínez Soria era un valor seguro y un filón inagotable, lo siguió demostrando con ¡Vaya par de gemelos!; Carmen Maura, a punto de sar el salto con Almodóvar, destacaba en ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como éste?; y Manolo Escobar (recordando sus taquillazos de los 60) triunfaba con Donde hay patrón… de Mariano Ozores.
El auge del cine erótico. Las películas clasificadas "S" por su fuerte contenido explícito de violencia y sobre todo sexual (pero no pornográfico), proliferaban en la cartelera. Con pocos medios y presupuesto, su reclamo de desnudos era infalible. Propició títulos, y algunos de gran éxito, como La orgía, Las eróticas vacaciones de Stela, Los violadores del amanecer o Jill, y también comedias eróticas más ligeras del tipo El fascista, la beata y su hija desvirgada.
Homosexualidad y temas tabú. De reputado abogado de día a travestí en un cabaret de noche, Un hombre llamado flor de otoño de Pedro Olea plasmó también una de las mejores interpretaciones de José Sacristán. Otro de los cineastas transgresores fue Eloy de la Iglesia con El diputado, de nuevo con José Sacristán, aquí un político de izquierdas chantajeado por la extrema derecha por su condición de gay. De la Iglesia también estrenaría El sacerdote, con un Simón Andreu tentado por los placeres carnales.
Premios internacionales. Tras esos años inmediatamente posteriores al Franquismo, la crítica europea centró buena parte de su mirada en las películas que se hacían en España. El interés benefició a Las palabras de Max de Emilio Martínez-Lázaro, un documento sobre la madurez, y Las truchas de José Luis García Sánchez, una comedia que mezclaba gastronomía con la sátira social de la Transición. Ambas ganaron el Oso de Oro en el Festival de Berlín.
Ilustres principiantes, con éxito o no. Bigas Luna mostraba su espíritu a contracorriente y fetichismo erótico con Bilbao, su segundo largometraje y un thriller de malsana atmosfera en la que un psicópata se enamora de una stripper y prostituta. José Mª Gutiérrez Santos poco más llegaría a dirigir, pero también triunfó en su segunda película, 'Arriba Hazaña! (con Fernando Fernán Gómez y Héctor Alterio) ambientado en un internado de rígida educación católica. Y aunque pasó desapercibido, Almodóvar realizó su primer y provocador largo: Folle… folle… ¡fólleme Kim!, rodada en super-8 y ya con Carmen Maura.
(Imágenes de las películas, de arriba a abajo: 'Toby', 'Pepito Piscinas', 'La orgía', 'Un hombre llamado flor de otoño', 'Las palabras de Max' y 'Arriba Hazaña')